Por: Joel Cruz
Saber a dónde se pertenece
Conciertos: La máxima expresión de la música, al menos para la mayoría de los mortales. En una zona tan tórrida para el rock es natural el subidón de adrenalina cuando un artista de renombre viene de visita por primera vez al país. Según el caso, también cuando regresa, lo que desencadena espectáculos de alta congregación, con miles y miles de asistentes; preparados por una fuerte campaña publicitaria, desplegada para hacer masivo un recital que de una u otra forma, atrapa la atención general.
En todas las esferas del concierto en vivo, sobre cualquier muestra sonora que en el tiempo ha logrado una vitrina ante el ojo público, los recitales multitudinarios son y siguen constituyendo una catarsis para quien disfruta vivirlos. La historia de los conciertos sin embargo no es solo esa: Existen eventos que, a una escala menor, conquistan las expectativas de sus observadores; y ese contacto con músicos insignes en otros lados, pero identificados apenas por un grupo selecto de fans en algunas urbes de este país, recuerda sin ánimos de grandeza pero sí con cierta satisfacción intelectual, que sus admiradores se sienten realmente parte de lo que está pasando cuando al fin logran tenerlos a pocos metros de distancia, rompiendo la barrera de la canción en el equipo sonido y el video de bar.
The Gathering volvió a Colombia: sus artífices han cambiado mucho desde su última escala por el centro bogotano, en el 2011. Ni hablar de todo lo que se han venido transformando desde los días en que el canal de televisión francés MCM rotaba su videoclip de Leaves, tema con el cual varios nos enteramos que la banda estaba sosteniendo en el Viejo Continente (y el resto del mundo) la batuta de una corriente metalera introspectiva y compleja. La evolución (vocablo que no les queda grande para nada) se siente a la par que transitan su camino; no obstante, una familiaridad slow, doom, heavy de su álbum Mandylion sigue viva. Los asistentes que los hemos seguido también sabemos que nuestro paso a través del reloj no ha sido en vano; pero sentimos en el show, a cada segundo, que la agrupación holandesa nos estaba reivindicando una sustancia que nunca nos ha sido ajena. Por consiguiente, un lugar al que jamás dejaremos de pertenecer.
La congregación de máquinas extrañas
Desde México, la banda El Cuervo de Poe se presentó inicialmente, con una estructura gótica liberadora y ecléctica, compaginada con los visitantes de Hervíboro, sitio del acto musical. Luego The Gathering entraría en escena, con un ejemplo de modales sencillos, gratos hacia quienes se encontraban allí. Con un entusiasmo similar al de un primer contacto con los rockeros colombianos, pero con un aire cordial de amigos cercanos, el grupo, comenzando por la radiante voz de Silje Wergeland, dejaron libre toda duda referente a si los Gathering de ahora eran los mismos de antaño, un temor típico de quienes se sienten conformes por las discografías largas, pero homogéneas. Como sea, la nueva cara de The Gathering le estaba dando a casi un centenar de personas una presentación renovada, hecha a la medida de un público curioso e inquieto. En respuesta, la gente recibió los clásicos con calidez (era de esperarse), pero de igual modo entendió muy bien los pasos de Beautiful Distortion, larga duración que actualmente promocionan.
Por otro lado, los hermanos René (guitarra) y Hans Rutten (en la batería), junto a Frank Boeijen (tecladista), y el bajista Hugo Prinsen Geerligs se encargaron de reescribir, desde sus interpretaciones, un set de canciones impecable (cuando fue necesario); en otros momentos, más crudas y alteradas. Ojalá fuera fácil discernir si los asistentes estuvimos frente a una banda que toda su carrera ha trabajado con esmero para darle un toque perfecto a las canciones en vivo, o hacen un esfuerzo continuo y notorio por reinventar lo que hicieron antes. En cualquier caso, varios fans estaban muy concentrados en develar a aquella banda que tiempo atrás les reforzó una identidad en medio de la adolescencia. No fueron pocos (así lo creo), quienes se hallaron a si mismos en la congregación. No en vano, el camino del doom siempre nos ha conducido a latitudes insólitas y sobrecogedoras.
Fotos por Zulma Palacios (mira la galería completa aquí)
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