«LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS»: el drama de los bares (y gastrobares) capitalinos

Texto: Joel Cruz

Hard Rock Cafe Bogotá. La franquicia se ha visto muy afectada por efectos de la pandemia

Los últimos días han constituido un dolor de cabeza para propietarios, administradores y empleados que dependen de lugares de esparcimiento individual o colectivo, como los bares. Las medidas tomadas por la Alcaldía de Bogotá, en su afán por evitar aglomeraciones, las cuales afecten los índices de contagio causados por el COVID-19, no benefician a este sector. Por el contrario, siguen entorpeciendo su funcionamiento.

La inevitabilidad del desempleo se ha fortalecido, por lo que no pocos son los involucrados en el gremio, quienes decidieron tomarse las vías públicas con la finalidad de manifestar su desacuerdo; pero muy por encima de la queja, exigir una solución acorde a su modalidad de trabajo. Sobre todo, cuando el transporte público bogotano, por citar un ejemplo y siendo foco de riesgo enorme, rige con normalidad.

Video: Revista Semana (YouTube)

El dilema de los gastrobares

Aunque el término es correcto para la lengua española, no sucede de igual manera con la legislación distrital, pues afirma en el decreto 055 de 2021 la invalidez del modelo de negocio, mientras sí lo es el modelo de restaurante que ofrece bebidas alcohólicas, siempre y cuando sirvan para acompañar la comida como producto principal.

La esencia de la ley afecta claramente y en conjunto a aquellos que usaron los alimentos para continuar con la iniciativa de ocio con consumo de licor, permitiendo a su vez el abuso de la situación, exponiendo por lo tanto la salud de los clientes a aglomeraciones de nivel considerable en una época de emergencia sanitaria global (se crea o no en la existencia impactante del virus).

De igual manera (lamentablemente), a quienes evitan vulnerar la norma, realizando grandes esfuerzos económicos y logísticos por adaptar sus locales a las maneras de trabajo permitidas. Cabe mencionar, haciendo uso de las normas de bioseguridad correspondiente, para lo cual también se hizo una inversión. Dos caras de una misma moneda, una moneda donde ninguno acepta ser villano, la mayoría prefiere el rol de víctimas. En consecuencia, es difícil determinar la responsabilidad (o la carencia de la misma) de unos u otros.

Foto: smokingmolly.com

No hay una concesión

Si bien, la Asociación de Bares de Colombia (ASOBARES) se ha encargado de estar atenta a la negociación con las autoridades competentes, comunicando a la postre el día a día de los hechos, rechazó mediante redes sociales su apoyo a cualquier manifestación pública en torno al tema. La indignación fue inmediata por parte de algunas personas que viven de la actividad, evidenciando igualmente una desunión general. Falta de regularidades, conveniencias generadas y vocerías tomadas arbitrariamente, constituyen parte de los desacuerdos.

La problemática se suma a las noticias recientes, donde se aprueban las posibilidades de pilotos para locales de entretenimiento y venta de bebidas alcohólicas en términos masivos. Se especula una reapertura de los sitios a mediano plazo, pero no está fijada una fecha concreta.

Los lugares de encuentro que abordan como núcleo central las presentaciones musicales, también han afectado indirectamente a los artistas que hacen posible dichos repertorios. No es de extrañar tampoco, viejas discrepancias entre ambas partes hayan aflorado nuevamente: los músicos que solicitan mejoras en sus garantías a la hora de tocar en bares; los propietarios que arriesgan altas sumas de dinero para un show poco rentable o un intérprete con bajo nivel de convocatoria.

Video: Noticias Caracol (YouTube)

En ese mismo orden de ideas: los dueños de locales que intentan llevar a cabo una coproducción de eventos más equilibrada y los artistas conciliadores, de acuerdo con su profesionalismo y experticia. Desde luego, los músicos que elevan sus niveles de exigencia exagerado por el mero hecho de estar en el imaginario colectivo de la ciudad o el país. Ni hablar de los organizadores abusivos, que aprovechan ser epicentro temático para imponer tarifas absurdas tanto a clientes como contratistas, sin asegurar un beneficio mutuo.

No es justo olvidar a los medios independientes especializados, claves en la divulgación de los eventos en su etapa previa, durante su desarrollo y posterior al mismo, pese a la ignorancia o rechazo de uno o más actores. En este escenario asimismo caben dos roles: quienes pagan simplemente por el hecho de hacer visible su marca en el certamen, justificándola con los involucrados en el show por medio de registro fotográfico o audiovisual, básicamente como un espectador testimonial.

Harold Waller «Mágica Mujer». Clip grabado en bar de Bogotá

Por otro lado, los medios asistentes con fines estrictamente informativos. En la realización de una campaña seriamente consolidada, aspiran a obtener las novedades. No son pocos los promotores o gestores que valoran honestamente la labor periodística cultural, permitiendo su correcto desarrollo. En contraposición, quienes no le dan importancia alguna, a menos que la implicación les proporcione apoyo monetario.

En un medio donde tantos intereses están comprometidos y a su vez, se requiere el tejido en conjunto para su fortalecimiento, no resta más que hacerse la pregunta personal de qué estoy (estamos) haciendo para mejorar el panorama.